Me gustan tus ojos, dijiste.
Yo los cerré.
Déjame verlos.
Los abrí.
Me sorprenden siempre, cambian de color.
Los volví a cerrar.
Los besaste así, porque no podías de otra forma.
‘Son solo ojos, como los tuyos, como los de cualquiera’
No, dijiste. Los tuyos son especiales.
Quise creerte.
Quisiste que te crea.
Fingimos creernos.
Pero a la larga, yo cerre los ojos.
Y vos,
vos no me pediste que los volviera a abrir.