La siento venir
como quién escucha pasos lejanos,
y me corta el aire
antes de poder respirar.
La siento aflorar
surge de mí como un llanto,
no pide permiso
ni se deja intimidar.
Me aletarga su presencia,
siento los pensamientos morir
pero no puedo salvarlos del purgatorio.
Se hace eco de mi voz,
carne de mi cuerpo
y me pide vivir dentro del mismo aire.
El espacio entre nosotras se reduce,
casi inexistente,
me pide latir más que mi corazón
me pide que me desvanezca.
Le cedo el escenario,
Le dejo ser,
que se vuelva carne de mi carne,
que lleve mi nombre,
mis pieles.
¿Qué más da? Si ella recibe los aplausos esta noche.
¿Qué más da? Si ella decide.
También será ella quién sufra.